Artículo 4 Octubre - Noviembre de 2010
 “Estoy cansado, muy dolido, desconcertado y con un nudo en la guata que no sé explicar”
“Me siento culpable… de no haberla visto por el capricho de su madre”
“… he avanzado lento… pero lo he hecho por mi hijo, y lo seguiré haciendo siempre”
Testimonios de Papás Presentes.
En una sociedad en la que durante mucho tiempo se le concedió tanta importancia a la idea de que los hombres no deben llorar y que es una muestra de debilidad demostrar emociones como la pena y la desesperanza, es tiempo de concederle la importancia que merecen la expresión de las emociones al jugar un rol fundamental en la salud mental de las personas.
¿Cómo no llorar de dolor e impotencia cuando producto de injusticias no es posible estar al lado de un ser amado? ¿Es acaso un error dejar en evidencia el dolor cuando es parte de nuestra humanidad? Definitivamente no. La capacidad de expresar lo que se siente y piensa tanto en la vida privada como pública está lejos de ser algo de lo que debamos avergonzarnos.
¿Acaso alguien se cuestiona o reprocha el hecho de resfriarse cuando por motivos del clima o una enfermedad viral cae enfermo? Evidentemente no, dado que todos sabemos que es una respuesta fisiológica esperable dadas las condiciones a las que se estuvo expuesto… Pues bien, del mismo modo que esto sucede nuestras emociones afloran en respuesta a las buenas o malas experiencias que estemos viviendo. De manera que la próxima vez que nos encontremos con todas nuestras fuerzas reprimiendo la angustia que nos suscitó una situación desagradable, es preciso que recordemos que es una respuesta que no podemos ni debemos evitar a favor de nuestra salud mental.
Mucho se ha escrito sobre las emociones… “Inteligencia emocional”, “¿Cómo aprender a manejar las emociones?”, “Cómo superar las emociones negativas y prosperar”, “Educar las emociones educar para la vida”, entre muchos otros títulos. Sin embargo, a pesar de lo demostrado que está la influencia de las emociones en nuestra vida y lo saludable que es “darnos permiso” para experimentarlas, aún muchas veces continuamos sintiéndonos incómodos con nuestra mal llamada falta de fortaleza en momentos de dolor.
Ahora bien, quedarnos inmóviles en las emociones negativas como la tristeza y la rabia es conocimiento de todos que no es saludable ni funcional para nuestro diario vivir. Aprender a llevar con nosotros hasta las experiencias más dolorosas es parte de nuestro crecimiento como seres humanos, pero es en esos momentos cuando las emociones positivas se presentan como la herramienta precisa para proseguir con nuestras vidas. Las emociones negativas son inevitables, pero al quedarnos en ellas nuestra capacidad de ver alternativas de solución a nuestros problemas se reduce, y no sólo eso, sino que además se puede perjudicar nuestro estado de salud. En cambio cuando se cultivan las emociones positivas se amplían nuestros modos habituales de pensar y crear alternativas para afrontar lo que nos sucede (Prado, 2005).
Los Papás Presentes con cada uno de sus testimonios dejan en evidencia sus fortalezas y su capacidad de albergarse en el amor a sus hijos para continuar haciendo frente a las situaciones que día a día les toca vivir. Con admiración puedo decir que todos ellos han dado muestras de su resiliencia, de su capacidad para sobrevivir y superar las dificultades a pesar de todas las adversidades que han debido soportar (Vera, Carbelo & Vecina, 2006). Son padres que aunque algunas veces no quisieron darse permiso de experimentar sus emociones se han dado cuenta de la importancia de hacerlo, acentuando las emociones positivas y mejor aún, compartiendo sus testimonios con otros que al igual que ellos enfrentan el dolor de estar distantes de sus hijos.
Cuando nos permitimos experimentar emociones positivas inmediatamente es posible ver como nuestra capacidad de barajar alternativas se amplía, lo que consecuentemente nos permitirá ir construyendo una serie de recursos personales que nos serán de utilidad en todos los aspectos de nuestras vidas (Prado, 2005). En las líneas que Miguel Ángel Opazo dio a conocer las palabras que su amigo señaló a los Papas Presentes que se reunieron en septiembre pasado, deja de manifiesto cómo es posible aún en el dolor de la distancia con sus hijos darse permiso de experimentar emociones positivas cuando “…aunque no vivan bajo el mismo techo con sus hijos, ellos están físicamente con ustedes, los pueden besar, los pueden abrazar, pueden hablar por teléfono en cualquier momento con ellos. Dejen de sufrir y vivan cada alegría y cada tristeza con intensidad…”.
Muchos podrán decir ¿Cómo será posible experimentar emociones positivas cuando se ha sufrido tanto? La respuesta no es fácil… pero existen alternativas. En el relato anterior queda de manifiesto que al poner el acento en las cosas buenas las emociones positivas se suscitan. La interpretación que hacemos de las cosas que nos suceden es de vital importancia al comprender la emoción que nos originan, de modo que al cambiar el concepto que asociamos a una experiencia dolorosa es posible que cambie la emoción asociada. Dos posibles maneras de cambiar las emociones que nos producen las experiencias que nos han pasado son: la gratitud y el perdón. La primera puesto que al recordar los buenos momentos con gratitud aumentamos lo bien que nos hacen sentir, y lo segundo puesto que perdonando es posible reducir los efectos negativos del pasado en nosotros. Perdonar no es olvidar una experiencia, ni tampoco dejar de reclamar justicia en la medida que no esté motivada por un mero deseo de venganza, sino que es una estrategia que nos permite abordar los hechos desde otra perspectiva que permite aminorar el dolor (Prado, 2005).
Es importante que aprendamos a identificar los recuerdos felices, los momentos placenteros y gratificantes que vivimos para poder invertir nuestra atención en ellos (Prado, 2005). La importancia de expresar las emociones en momentos como los que muchos Papás Presentes están viviendo es fundamental para su bienestar. Aprender a vivir cada momento enfatizando los buenos les concederá fortaleza extra en su lucha de amor.
Referencias
Prado, C. (2005). Psicología positiva & emociones positivas. Psicología Positiva, 2, 2-30.
Vera, B., Carbelo, B. & Vecina, M. (2006). La experiencia traumática desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Papeles del psicólogo, 27 (1), 40-49.
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